XIX

"Buscando en el baúl del amarillo,
he encontrado dos huesos y un regalo,
envuelto en un papel que ya gastado
quizás había dejado el asesino.

Lo tocaba, y lo cogí muy asustado,
yo tiraba y lo arrastre por el pasillo
mientras Vegas le cantaba su estribillo
que por hierro el cazador que fue cazado.

Como si fuera un cadáver de pasado,
de pesado me costaba el equilibrio
y lo lleve hasta el salón donde los libros
por leída ya su vida se me habían agotado.

Lo deje en su papel y sin tocarlo
me senté junto al mechero y el cigarro,
y ante el crimen me fumé
deshabitado.

Durante un rato
ese tiempo se hizo siglos
y en sigilo
levante yo mis zapatos
que de cuerdas han venido a desatarlo.

Hay un cuervo que me ve desde la calle
por encima de la vista del tresillo
que me mete de Poe miedo hasta en la carne
cuando dice que no hay crimen sin castigo.

Por un rato yo me vuelvo y lo vigilo
esperando que se vaya por las alas de sus pasos
mas me mira mientras digo que "ni caso"
lento sigo, desatando nudo y lazos.

Antes de abrir, toda puerta hube cerrado,
para ser solo el cuervo y yo testigos
del recuerdo que iba a ver desenterrado.

La ventana se hizo frío
y antes cuervo ahora graznido va volando
tan horrendo era el rostro que ha mirado
que saliera por los aires despedido.

Yo tardé mas en mirar que hiciera él,
pues le sentía marcharse y asustado,
y pensé que quizás este muerto fue de aquel
al que el tiempo solo había asesinado.

Resignado en ese espejo me miré
que era el cuerpo que tenia allí tirado
y de miedo nuevamente recordé,
Ay, dios mío, cuantas cosas
me han cambiado.

Nuevamente en su envoltorio lo cerré
vomitando de piel vuelto demacrado,
y en baúl del amarillo lentamente lo dejé
para que nunca vuelva a ser resucitado."

Rezgo Reis

Pasar hoja--->

Cap.ICap.II Cap.III Cap.IV Cap.V Cap.VI